Mi contraposición
Y acariciarte el alba hasta el amanecer, hasta que el rosáceo de las nubes se vuelva cián, que los destellos de la mañana alumbren toda la estancia, y el único sonido sea el de los gemidos, porque no conozco mejor paradero que el desconocido, que va quebrando cada luna que eclipsamos, y los tropiezos contigo son más suaves, y ya no me pitan los oídos, por ti las líneas discontinuas se saltan los baches, y la distancia es una palabra sin sentido, ni aunque se cayesen cien espejos a mis pies conocería la mala suerte, si me despierto con la levedad de tus latidos, que se colapsan con los minuteros del reloj de mano, y para qué te quiero hora, si yo ya he perdido la noción del tiempo.