El paso del tiempo

Cierro los ojos y lo primero que oigo es a unos niños que corretean y juegan con cubos y arena. Veo a una niña con el pelo negro como el tizón, con los ojos achinados que juega a las muñecas con otra niña, rubia y con rizos. Una le quita una muñeca a la otra y ésta empieza a llorar. Rápidamente le da otra a cambio y siguen jugando felices.

De repente se ve todo borroso y ocurre la siguiente escena, en la que se ve un garaje lleno de niños, una tarta con 10 velas y unos padres que hablan entre ellos de lo rápido que crecen los niños de hoy en día. Mientras ellos bailan, juegan, se hacen de rabiar, alguno que otro levanta la falda de alguna niña, pero todos se divierten como si no hubiese mañana.

Cortina de humo, una chica de más o menos 13 años se sonroja y empieza a hacer cosquillas a su amigo, que tirado en el césped empieza a reírse y le da un beso, muy corto, muy rápido, de esos que damos sin saber ni siquiera que la adicción a los besos puede ser real y que tiene un nombre tal como "amor". Ríen toda la tarde y miran al cielo buscando formas de animales en nubes que no tienen forma de nada.

Siguiente escena, unos adolescentes se divierten bailando música antigua mientras hacen videos, se chinchan entre ellos y dan sorbos a botellas con 20 grados de alcohol, se marean pero siguen riéndose, felices, por un momento están olvidando que sí que saben lo que les espera a la mañana siguiente, o todos los problemas que sus vidas esconden. Solo se evaden por una noche, y acaban despertándose recordando lo bien que lo han pasado.
Pero vuelven a sus casas y vuelven los gritos y las responsabilidades, el tener que hacer todo bien y el tener que tomar decisiones, el tumbarse en la cama a pensar con música de fondo, lágrimas en su cara y romances difíciles con laberintos interminables en sus cabezas.

Última escena, la chica del pelo color tizón entra por la puerta de la casa, no hay nadie jugando con la arena, los cubos están rotos y descoloridos. El garaje está vacío, no queda ni un solo sandwich, las sillas están guardadas. Se asoma por la ventana y el césped está seco, nadie tumbado en él. Entra en el salón, el minibar está lleno pero las botellas no, no suena música antigua, solo está ella, sentada en el sofá en el que se ha sentado toda la gente que no volverá a sentarse nunca, y entonces se da cuenta de lo que significa el paso del tiempo.

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