Diario de a bordo

fue difícil perderse en tus caminos
con tierra y lava, con un poco de ganas en los labios,
escribimos en un árbol la firma de Bécquer y acabamos con un punto y a parte demasiadas estrofas,
cada acantilado era terraza con vistas al mar,
uno que no acababa pero sí empezaba en tus manos,
no me agarré a ninguna barrera y luego tropecé con la cruda realidad,
las heridas sangraban y crecía por momentos el dolor de los encuentros imaginarios,
tan lejos te tenía como la luna cada noche,
no podía alcanzarte ni a versos octosílabos,
tus caminos se iban separando en paralelo a las lineas que trazaban mis ilusiones,
y los vértices de mis prioridades chocaban con los tuyos,
ningún punto de encuentro pudo hacer que volviese a encontrarte en ninguna otra persona,
y aún hoy me pregunto cómo volver a sentir, aquellos escalofrios que servían de refugio y de descuido,
que entre que nunca me atendí lo suficiente
y que contigo fui sin mirar las indicaciones de neones,
las luces me acabaron cegando y de tu boca brotaron excusas saladas en mis mares dulces de los que tuve que salir nadando con la cabeza rozando el fondo marino

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