Mi caos estable

Me siento frente al folio muy bien sin saber por qué, hace mucho que no hablo conmigo misma y siento que ahora somos dos desconocidas.
Siempre vengo a juzgarme, a maltratarme por cómo soy, y hoy no iba a ser menos.
Puede que la positividad que uso como escudo contra este mundo tan nimio y vacío me está ocultando que por dentro estoy chillando.
Y la situación es tal, que me siento una persona incapaz de querer.
Que por posibilidad no será, pero es que no sé.
Como un niño al que le dan una bola de cristal, la agita para verla nevar, y de sus dedos se desliza a su trágico final.
Tal vez mi nulo miedo al vértigo me hace subir tantas montañas, pero cuando estoy arriba siempre quiero volver abajo.
Porque al final soy un animal de costumbres, uno al que le gusta la estabilidad, pero no como la entiende el ser humano.
Me gusta mi estabilidad, llena de caos, de problemas que al menos juguetean en mi cabeza y me dan algo en lo que entretenerme, mi vida es la evasión.
No puedo conseguirlo todo a la primera, no puedo sentirme encerrada, no puedo tenerlo todo claro ni nadie que quiera ayudarme a tenerlo.
Mi caos soy yo, y voy girando cual rueda con astillas de algo que me rompieron ya encima.
Y mientras voy girando a veces araño a quien se acerca demasiado.
Y yo advierto, advierto de que quedarse a mi lado no es para siempre, que soy así de destructiva sin darme ni cuenta y luego lloro por no haber cuidado a quien traspasó la linea de seguridad.
Pero yo soy así, así hay que saber acercarse a mí, lentamente y sin que yo me de cuenta, hay que saber burlar todas mis alarmas, todas las trampas que mi subconsciente pone a cualquier morador que entre a allanarme la morada.

Y vuelvo a estar sentada, mirando hacia ningún lado, el hielo del bourbon se ha vuelto a derretir, y tú sigues pensando que yo soy feliz siendo así.

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