Intermitentes

Un par de años, de idas y venidas. Unas conversaciones inocentes, una tarde sin querer mirar el reloj, y el comienzo de algo intenso. Unos meses, un espacio en blanco, y otro vaivén. Vuelta a la nada. Y otra vuelta de tuerca que nos posiciona justo aquí. Quizá después de unos meses de movimientos tácticos, nos toca otra vez desaparecer. Es algo a lo que no acabo de acostumbrarme, y que siempre me pilla por sorpresa, pero así somos. No pedimos mucho, solo desorden y no tenerlo nada claro. Esas son las únicas bases que se repiten en cada párrafo que volvemos a tropezarnos juntos. No es la primera vez que te despido, y ojalá no sea la última. Lo admito, por mí puedes volver cuando quieras. Te abriría la puerta aunque fuesen las 4 de la mañana y estuviera disfrutando del mejor silencio que conozco. Porque admito que aunque sea para reprocharnos, todas tus conjunciones suenan mejor que mis silencios. Me he acostumbrado a que seas mi quebradero de cabeza y te prefiero por encima de cualquier calma que pueda venir. A veces te haces a la idea de que alguien te esté pellizcando y se te erice la piel. De verdad que no te miento, nunca he hablado tan en serio como cuando digo que tu sabor agridulce se ha convertido en lo mejor de mi paladar. Siento que cuando tú estás, la vida me pone a prueba, me está dando guerra y tregua, eres la invasión y la evasión. Por eso siempre vuelvo, por eso nunca quiero despedirme, porque en nuestro tira y afloja he encontrado mi zona de confort. Y porque si quieres quedarte necesito que lo grites, porque ya solo me oigo a mí, y a punto de callarme prefiero tu eco.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Oda a las ganas

En el umbral

Cortocircuito