Jaque mate

Y ojalá creas en ti casi tanto como yo lo hago, dice Día Sexto. Aunque perfectamente podría decirlo yo. Siendo el 13 rojo, la baraja trucada, el dado con contrapeso, y aún así sigo apostando por ti. Porque sí, porque me prometo que la balanza puede torcerse, porque yo creo en ti. Porque todos tropezamos, todos cometemos errores, todos tenemos derecho a la revancha, o al menos a intentar lucharla. Y poco a poco voy entrando allí donde no me dejabas entrar, allí donde solíamos gritar, como dicen Love of Lesbian. Y de repente tus muros parecen endebles, las murallas se te agrietan por los poros, la coraza se te quiebra. Solo por un segundo, pero el suficiente para ver que dentro hay un humano. No sé cuántas personas se habrán parado a picar ladrillo de tus muros, cuántas habrán estado sentadas escuchando y a la vez luchando porque les abrieses al menos los cerrojos, no sé cuánta gente habrá conseguido entrar antes ni cuánta entrará después, tampoco me importa. Solo sé que yo estoy ahí, desde fuera, siempre con la distancia prudente que te caracteriza, labrada con miedo e inseguridades bien fundadas y con sentido correlativo. No quiero que pienses en cuántos peones se han quedado a las puertas de tu tablero, si no en cuántos se han quedado a las puertas del jaque y aún así han esperando a que tu rey les dejase entrar. No sé la cifra exacta, ni siquiera sé si llegarás a decírmela, pero solo sé que yo estoy ahí esperando en las casillas blancas, en su malhumor su estar mejor su pelo y su voz, en los semáforos en ámbar, en el tiempo que no te haga falta, siempre en segundo plano por desgracia o por fortuna pero yo siempre estoy ahí, y siempre estaré aquí. Para cuando tu rey quiera dejarme entrar.

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