Domingo

A merced de pensamientos autodestructivos acabamos el día mirando a la pared,
deseamos que la noche nos caiga en el hombro que menos peso haya soportado,
y el miedo se tumba entre la espada y la pared,
tan doloroso el ruido de nuestra cabeza que no nos callamos nunca,
y cuando nos sentamos a escuchar nos come el silencio,
acabamos todos los domingos reprochándonos de más por echar siempre de menos,
y la oscuridad de la noche siempre cala hasta la última luz del cuerpo,
cuando la levedad de quedarse quieto pesa más que el movimiento,
cuando nos arrepentimos de todo lo que ya no tiene arreglo,
pero no arreglamos lo que tenemos a medias por miedo,
siempre miedo, todo miedo.

Y acabamos siempre volviendo a la macabra rutina del suicidio mental un domingo por la noche,
y siempre es miedo, todo miedo,
pero al menos lo sabemos,
al menos un día más siempre termina siendo un día menos.

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