Reflexiones en caída libre

Siento un hueco en el pecho, donde suena un eco tan vibrante que marea. Dicen que cada pérdida duele menos porque vas haciéndote más fuerte pero yo siento todo lo contrario, siento que cada pérdida es más profunda, como un golpe en las rodillas que te hace cada vez más incapaz de mantenerte en pie.


A veces me paro a pensar si no sé estar sola o si que sé pero no quiero. La diferencia entre ambas opciones es un abismo y a su vez es una linea infinitamente fina e intangible. 


Todos queremos que nos quieran, pero obsesionarnos con ello solo crea espejismos donde hay desiertos de pura arena. 


Solo me he enamorado una vez en la vida, o eso creo, aun estoy trabajando en asumir que lo que hay después de la montaña rusa del principio también es amor, es mi mayor cuenta pendiente. Igual por eso sigo buscando en cada parque de atracciones la sensación de subir 200km/h de un minuto a otro, aunque si me paro a pensarlo hubo muchos más descensos en picado. Aún así no quiero pensar que el amor más fuerte trae el dolor más intenso, prefiero pensar que solo trae sentimientos puros y que pueden ser tanto positivos como negativos. Es parte de la vida. Y quiero volver a sentirlos todos.


Supongo que en aquellos brazos no sentí ninguna adrenalina pero sentí todo lo contrario, y al final los polos opuestos se atraen. Ambas sensaciones son igual de cálidas, tanto la brusquedad de enamorarse como la calma extrema de sentir paz en otro cuerpo.


Sea como sea el camino es largo, y tengo claro que me desviaré las veces que hagan falta, aunque tenga muy claro a dónde quiero llegar. A veces hay que sentarse a descansar cuando necesitas tregua, y es humano que el dolor de una pérdida inesperada nos haga frenar en seco de vez en cuando. Solo hay que seguir. Hacia delante. Siempre hacia delante.

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