Entradas

Cartas en prosa: II

Con la inmundicia de lo diminuto que a veces se queda el cuerpo encima del lecho más grande de afecto, me encuentro de golpe en total indefensión. Chocando de bruces contra un sentimiento desconocido que creía conocer perfectamente, pero en nada se le parece a lo que creía verdadero hace un tiempo. La lección de humildad que el amor te plantea cuando se muestra en su forma más pura no te viene en sorbos de café que puedas medir o fraccionar, simplemente un día no lo conoces y al día siguiente tienes que lidiar con todo lo que conlleva. El amor que de verdad tiembla y retumba entre las costillas y lo sientes hasta dentro de los huesos es un amor que te planta en frente de un espejo y te hace verte débil, insegura y, otra vez, indefensa. Como cualquier amenaza que vemos alta (más alta que nosotros) y por mucho sol que aporte arroja una sombra que no cualquiera sabe tratar.  Empiezas a trabajar porque ese miedo de perder algo tan valioso se diluya hasta desaparecer y en el proceso cre...

Cartas en prosa: I

No me parece justa la invasión, ni que las calles ya no puedan ser zona neutral. Siento que por una parte estamos en tablas, y que el daño que te hice (colateralmente y por consecuencia de la separación vital) se ve contrarrestado ahora por la incomodidad de tu presencia. Tu presencia que sucede cada vez que hago mi rutina en la que siento que no estabas antes pero ahora, por obligación, estás. Si salgo a comprar. Si salgo a bailar. Si salgo. Te aprecio, te estimo y te deseo la mejor de las suertes, pero te tengo hasta en la sopa. En la calle de enfrente cuando me asomo por la ventana, en el portal si me giro y en la carretera si conduzco. Y explicar lo de siempre, sin que se entienda que la incomodidad es solo fruto de un hecho casi físico e inculcado hacia la gente que fue en nuestra vida y ya no es. Un odio irracional. Más que odio, irritación. Y en bucle cada día. Y cuando voy al gimnasio, y cuando salgo de una tienda. Lo cual me arraiga más a una vida idílica fuera de aqui,...

Reflexiones en caída libre

Siento un hueco en el pecho, donde suena un eco tan vibrante que marea. Dicen que cada pérdida duele menos porque vas haciéndote más fuerte pero yo siento todo lo contrario, siento que cada pérdida es más profunda, como un golpe en las rodillas que te hace cada vez más incapaz de mantenerte en pie. A veces me paro a pensar si no sé estar sola o si que sé pero no quiero. La diferencia entre ambas opciones es un abismo y a su vez es una linea infinitamente fina e intangible.  Todos queremos que nos quieran, pero obsesionarnos con ello solo crea espejismos donde hay desiertos de pura arena.  Solo me he enamorado una vez en la vida, o eso creo, aun estoy trabajando en asumir que lo que hay después de la montaña rusa del principio también es amor, es mi mayor cuenta pendiente. Igual por eso sigo buscando en cada parque de atracciones la sensación de subir 200km/h de un minuto a otro, aunque si me paro a pensarlo hubo muchos más descensos en picado. Aún así no quiero pensar que el a...

Alma libre

Como el viento que roza mi cara, y la arena que abraza mis piernas, vuelo mientras me mece el aire abrupto, hoy a la sombra del árbol, y mañana a la luz del sol que más quema, volátil, versátil, me doblo y me tuerzo, una vida en espiral ("nos veremos al final"), reptando por un túnel, trepando por las paredes, a cada golpe menos endeble, a cada decisión más decidida, a veces jugándomela a suertes, otras deliberando durante días, pero siempre firme, cada vez más selectiva, y sin compartir mi libertad con cualquiera, pero dejándome sentir a flor de piel, hasta las costillas, o a por todas o no lo quiero, siempre libre, que sea lo que el alma quiera. alma libre: que se deja fluir, sentir, llevar.

Pozo sin final

Me he visto en la esquina de la barra del último bar buscando tu reemplazo, buscando en otra gente poder remediar la herida, que se te parezcan o que me hagan sentir parecido, que me den la mitad de lo que yo te daría, pero he llegado a la conclusión de que tu hueco va a morir vacío, que se llenará de polvo y telarañas hasta que se lo coman las termitas, y no voy a seguir buscando serrín para tapiar un pozo, el agua me llegará hasta los pulmones y me ahogaré antes de que el cubo toque el suelo, he destruido cada momento cercano a la felicidad en estos últimos meses, y no estoy valorando cómo la vida me está compensando esta derrota con multitud de victorias, porque solo pienso en tu ausencia y no salgo de este bucle sin fecha de caducidad, convirtiéndote en el monotema que hará que todo el mundo deje de escucharme y me tome por loca, y todos se irán sin destino por no escuchar más tu nombre, quizá yo haga lo mismo, pero no me valdrá de nada porque: "de qué me sirve salir de esta i...

Si me echas

Yo, temblorosa, me caigo en el hueco, de la grieta en el fondo del pozo más negro, tú, decidido, te vas trepando, por el árbol más alto con la copa más larga, y en un punto intermedio nos cruzamos, y tú me desvelas, y yo te despejo, pero se nos llena la boca de reproches, y nos separamos con el sabor más amargo del paladar más sincero, han pasado solo días pero por dentro han sucedido años, de lucha dolor y querer que me quieras, que me valores y me prefieras, que me tengas en cuenta y no te vayas, me sabe la lengua a pedirte demasiadas veces que no me hagas daño, y me huelen las manos a que no te importa, no trasnocharé más ocasos en vilo por tu ignorancia, ni pediré ruego al cielo que te castiga en vano, no hay vasos medio llenos donde están rotas las vajillas, que los cristales te sean leves, mientras se te derrame el agua por el pecho, no quiero rogarte un segundo más de mi vida, me voy con la casa a cuestas... si no quieres escuchar mis preguntas, no te pediré más respuestas.

Domingo

A merced de pensamientos autodestructivos acabamos el día mirando a la pared, deseamos que la noche nos caiga en el hombro que menos peso haya soportado, y el miedo se tumba entre la espada y la pared, tan doloroso el ruido de nuestra cabeza que no nos callamos nunca, y cuando nos sentamos a escuchar nos come el silencio, acabamos todos los domingos reprochándonos de más por echar siempre de menos, y la oscuridad de la noche siempre cala hasta la última luz del cuerpo, cuando la levedad de quedarse quieto pesa más que el movimiento, cuando nos arrepentimos de todo lo que ya no tiene arreglo, pero no arreglamos lo que tenemos a medias por miedo, siempre miedo, todo miedo. Y acabamos siempre volviendo a la macabra rutina del suicidio mental un domingo por la noche, y siempre es miedo, todo miedo, pero al menos lo sabemos, al menos un día más siempre termina siendo un día menos.